Una calma espantosa

Franco Gerarduzzi
2 min readJun 10, 2021

Eran dos hombres. Les llevaba una cuadra de distancia cuando los oí mientras caminaba por la vereda de una avenida de Villa María. Aceleraron con las motos por la calle hasta la esquina a la que estaba llegando y doblaron. Me detuve y los miré con un coraje artificial porque segundos antes tuve la sensación de que ellos, a mis espaldas, también me miraron. Lo había percibido con una impaciencia repentina. Caminé un poco más y en la esquina siguiente los volví a ver. Estacionaron las motos y se quedaron ahí, indiferentes, con una calma que me pareció espantosa. Sabía que iban a robarme y no hice nada: me sumergí en una resignación densa. Continué hasta que los tuve a menos de un metro y uno me preguntó: «¿Conocés a un tal Juan?». Eso me preguntó, como si hiciera falta, y sentí pánico. No respondí. «No me mirés», dijo después y me dio una cachetada, como si intentara despabilarme. Lo tenía en frente pero mis ojos y mi boca y mi cabeza y mis brazos y piernas estaban desconectados. Nunca recordé su cara ni la del hombre que estaba a su lado. Sólo sé que eran apenas más altos y que pueden haber tenido la edad que tenía yo en ese momento, en diciembre de 2013, unos veinte. Imagino que lo demás sucedió como lo habían previsto. Me tomaron por la nuca y me tiraron al piso. Revisaron los bolsillos de mi bermuda como si hurgaran en los suyos. Me sacaron el celular, la billetera y los cigarrillos, pero no el encendedor ni el documento ni las llaves de mi casa. Cuando me paré, como si hubiera estado a punto de olvidarse, uno dijo: «Pará. Ahora sacate las zapatillas, seguí caminando y no te des vuelta». Me las quité, estiré un brazo hacia atrás, se las di e insistieron: «Ni se te ocurra darte vuelta». Estoy seguro de que lo reiteraron porque saben que cuando te lo dicen la primera vez es inevitable y uno tiende a girar.

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Franco Gerarduzzi

Digo lo que dice Arlt: «El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo»