¿Quedó bastante bien?

Franco Gerarduzzi
2 min readJun 11, 2021

Son manchas de café o salsa, por ejemplo. Son lunares minúsculos en el piso blanco de la cocina. Los veo sobre el cerámico en cualquier momento, como apariciones inoportunas. Humedezco un repasador o una esponja. Me arrodillo y friego esos puntos con una insistencia ridícula y un esfuerzo ridículo. Incluso puede llegar a ser más vergonzoso: me lamo los dedos y, en cuclillas, froto cada salpicadura. Si está muy adherida insisto con las uñas. Funciona. Tomo algunas servilletas y repaso la zona con obstinación. Es involuntario y desencadena una serie abrumadora de reincidencias afines. Porque son también los pelos desparramados de mi gata o las piedras de su caja sanitaria dispersas por toda la casa. Es un desequilibrio espontáneo, intempestivo. Y barro el baño, el comedor, las dos habitaciones del departamento, el balcón. Reviso los rincones y quito las telarañas del techo. Cargo un balde con agua y abundante lavandina. Coloco un trapo usado sobre el secador y comienzo nuevamente a restregar. Continúo con los demás espacios. Repaso con fuerza, como si cada movimiento removiera capas de tierra y polvo que esconden un lustre perfecto. Limpio hasta que ese caos de marcas azarosas, devenidas de la rutina, se convierte en el sonido de una alarma lejana, casi imperceptible. Después ordeno la vajilla. La distancia entre cada objeto es obsesiva, geométrica. Hago columnas paralelas con los frascos en los que guardo los condimentos. Formo rectángulos con los paquetes de galletas. Ubico los platos como si fueran mamushkas. Dispongo todo hasta alcanzar una simetría tensa. Y es entonces cuando pasan otras cosas: las que me gustan. Cuando decido preparar unos mates, por ejemplo, y aunque pretenda evitarlo cae un poco de yerba al suelo. Cuando decido armar un cigarrillo, por ejemplo, y aunque pretenda evitarlo cae un poco de tabaco al suelo. Es entonces cuando hago el intento y pienso: “Bueno. Igual quedó bastante bien”. ¿Quedó bastante bien?

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Franco Gerarduzzi

Digo lo que dice Arlt: «El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo»